Sembrar Esperanza en Tiempos de Incertidumbre
- Ana Karen San Emeterio
- 15 ene
- 6 Min. de lectura
*Esta es una versión traducida y resumida de un ensayo que escribí originalmente en inglés para ser publicado por The Academy Of Wisdom Therapy en su Wise Therapy Spotlight December 2024 Issue. Acá puedes leer el documento original.
Adquirir bienestar, reconectar con un@ mism@, mejorar la calidad de vida, y afrontar los desafíos de manera positiva son algunas de las metas que quieren incorporar a sus vidas las personas que buscan iniciar terapia. Desde el enfoque terapéutico con el que acompaño a las personas, estos objetivos no pueden verse separados de lo que Vikki Reynolds llama justice-doing o "hacer justicia".
El camino que me llevó a la arteterapia fue el activismo. El arte ha sido una herramienta constante para hacer denuncia y colaborar con iniciativas de resistencia, sobre todo en temas de violencia de género. Formé también parte de un colectivo de mujeres mexicanas que promueve, a través de estrategias creativas, los derechos humanos de personas en situación de calle, desplazados, y comunidades migrantes. Estos antecedentes y la experiencia de migrar son algunos de los componentes que han informado mi conocimiento fuera de la academia sobre cómo los procesos de colonización y los sistemas de opresión han marginado formas específicas de ser y generado dinámicas de poder que lo mantienen a través de discursos y políticas que refuerzan desconexión, prejuicios y discriminación contra todo aquel fuera de la norma. Cuando estaba explorando cómo la arteterapia y el activismo podrían mezclarse, me encontré con el concepto de hacer justicia de Vikki Reynolds. Desde entonces he integrado en mi práctica terapéutica algunos de los elementos que ella propone, por ejemplo: él ser testigo como un rol activo, la importancia y el significado de estar interconectadxs, la celebración de los actos de resistencia de las personas sin importar si son "exitosos", ejercer pensamiento crítico junto con la rendición de cuentas, y poner la dignidad en el centro del trabajo.

Al reflexionar sobre qué es lo que conforma el núcleo dorado del cómo acompaño desde la arteterapia, encontré estos cuatro principios: cocreación de dignidad, cocrear un espacio terapéutico "suficientemente seguro", ternura radical (Coleman & D'Emilia, 2014), y celebración de nuestras resistencias.
Cocrear dignidad.
A través de la alianza terapéutica, el participante y yo, como terapeuta, cocreamos dignidad. Una de las cosas por las que han pasado las personas sobrevivientes de violencia y varias consultantes, es enfrentarse con discursos que cuestionan nuestro valor como personas o la idea de que merecemos ser tratadas con respeto. Asegurarse de crear un espacio donde las personas que acompañamos sientan que todo lo que son -lo que deciden compartir y sus silencios- son bienvenidos y cuidados de la mejor forma posible, es fundamental. Así como lo es, tomar acciones para crear equilibrio en las dinámicas de poder integradas en la relación terapéutica, al abordarlas con transparencia, sin ejercer violencia interpretativa, enfatizando la libertad de elección y encontrando a l@s consultantes en donde estén sin juzgarles ni apresurarles.
Cocrear seguridad terapéutica y trabajar con “lo suficientemente seguro”.
Para muchas de las personas con las que trabajo, la seguridad ha sido, en el mejor de los casos, una experiencia intermitente y, en el peor, un privilegio inalcanzable. No debemos asumir que porque el espacio terapéutico fue creado con cuidado e intención de ser un contenedor seguro, esa es la experiencia que están teniendo. La seguridad terapéutica es un proceso colaborativo. Requiere comprender cómo funciona el trauma (individual, intergeneracional, cultural) y qué sucede cuando abandonar espacios que les ponen en riesgo no es alcanzable para l@s consultantes, o que las experiencias traumáticas y la falta de seguridad son experiencias cotidianas continuas reforzadas a nivel sociocultural. Es esencial entonces proporcionar herramientas para enfrentar estas realidades y aprender cómo darle un respiro a nuestro sistema nervioso dentro de ellas, así como no demonizar los mecanismos de afrontamiento que les han permitido seguir viv@s mientras trabajamos junt@s para desarrollar o encontrar mecanismos más benignos. Finalmente, y no por ello menos importante, es el reconocimiento de que nuestro trabajo de crear seguridad va más allá de la sesión; se expande a reflexionar sobre cómo y dónde decidimos trabajar. Informarnos del tipo de políticas y protocolos con los que se cuentan las instituciones u organizaciones que nos emplean, asegurarnos de la existencia de mecanismos internos de regulación, guías de acción y reparación en caso de que alguna persona usuaria sea impactada negativamente.
Ternura radical
La ternura radical es un concepto acuñado por Dani d’Emilia y Daniel B. Coleman, activistes y educadores transfeministas, quienes hacen un ejercicio de delinearle subrayando su naturaleza de evolución continua. He extrapolado y adoptado algunos aspectos de su concepto como guía para mis interacciones terapéuticas. Primero, ser crítica sin abandonar la ternura. Segundo, aceptar que tener contradicciones es humano y que nuestras identidades están en constante transformación. Tercero, recordar que estamos interconectadas; sí, como terapeuta, estoy aquí para sostener, hacer espacio para lxs consultantxs, pero también respondo con todo lo que soy en esta experiencia. Recordemos estar abiertas a dejarnos transformar con cada interacción (sin absorber las cargas emocionales como nuestras), no soy un recipiente vacío, ni una testigo pasivo. Finalmente, practicar estar presente con lo que no entiendo o con lo que no estoy de acuerdo desde un lugar de respeto y curiosidad en lugar de juzgarlo o invalidarlo.
Celebrar nuestras resistencias
Tendemos a ignorar o menospreciar las acciones que llevamos a cabo cuando el resultado es distinto al que esperábamos, colocándoles la etiqueta de fracasos. Poder abordar, con una mente abierta y reflexiva las experiencias que no tuvieron éxito, cada intento, nos permite poder reconocer el esfuerzo y los recursos emocionales puestos en ellas, validar la existencia de los impulsos que tenemos para efectuar cambios en nuestra vida y verlas como una prueba de que no solo somos resilientes, sino capaces de accionar ante las dificultades que se presentan.
Esto, el dar espacio a la celebración de la vida y de cada acto de resistencia, es crucial amplificar nuestro sentido de autonomía y poder frente a políticas y sistemas diseñados para lo contrario. Replantear estos intentos y celebrarlos, así como nuestros éxitos, nos ayuda a poder sentarnos con la incertidumbre sin que nuestra salud física, nuestro espíritu, o la capacidad de mantener nuestro corazón abierto se pierdan en el proceso.
Parte de nuestro trabajo como terapeutas es sostener ambos: creer que los clientes pueden ser agentes activos de su proceso de sanación a través del trabajo interior, y al mismo tiempo reconocer que vivimos en una sociedad desigual que limita el acceso de algunas personas a tener una vida libre de violencia o poder cubrir sus necesidades básicas, y para que esto cambie es necesario que suceda a nivel sistémico. La arteterapia es una herramienta poderosa para explorar esta ambivalencia, especialmente cuando hablar se siente demasiado difícil, cuando las palabras son insuficientes, o cuando necesitamos una manera gentil de explorar la complejidad de lo que pesa en nuestros corazones, a la vez que celebramos la alegría, belleza, y gozo que también hay.
Podemos ser una voz que amplifique dentro de las personas a las que acompañamos la creencia de que incluso las tierras áridas pueden revitalizarse, que el verde puede florecer nuevamente en ellas con herramientas y estrategias adecuadas, cuidados, y paciencia. Podemos ser una voz que nos recuerde —a ellas, ellos, elles y a nosotros mism@s— cómo sembrar esperanza en tiempos de incertidumbre, cómo buscar y celebrar expresiones de alegría y resistencia a nuestro alrededor y dentro de nosotrxs cuando sentimos que el dolor y la impotencia nos rebasan. El trabajo que hacemos requiere que sigamos creyendo y siendo capaces de reconocer el mundo tal como es, sin comprometer nuestro impulso para cambiar el status quo. Requiere conducirnos con los estándares éticos más altos, practicar la autocompasión, estar dispuest@s a comprometernos con el proceso de desaprender y revisar nuestras creencias, así como estar bien con el no saber y lo incierto. Ser terapeuta es elegir compartir la mejor parte de nuestra humanidad y ponerla al servicio, la parte de nosotros que considera sagrada la creencia de que todas las personas merecen espacios para sanar donde podamos experimentar dignidad, conexión, seguridad, alegría y pertenencia. Sigamos aferrándonos a sembrar esperanza.
REFERENCIAS
Reynolds, V. (2019). Justice-Doing at the Intersections of Power. Dulwich Centre Publications.
¿Eres terapeuta? ¿Tú qué colocas al centro de tus acompañamientos?
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